El domingo cerré el doblete del fin de semana. Después de celebrar el cumpleaños de M. la noche anterior (he de reconocer que me achiqué en tablas en el tercer toro de la noche, no quiero imaginar qué habría sido de mí en caso de haber llegado a casa un poco después). Con algo más de absolut en las venas me entregué a Morfeo algo antes de las 4 de la mañana.
9.30. Suena el despertador. No me hace falta, porque llevo una hora dando vueltas en la cama. Me levanto a la primera. Me palpo la frente: no tengo fiebre, pero estoy empezando a estar enfermo. O mejor, a ser un enfermo. Me monto en el coche y llego a casa de A. , vecino de barrio y más enfermo que yo, todavía me saca una ventaja generosa que dudo (y espero) no recuperar nunca. Después nos recoge F. en su coche (chulísimo, por cierto) y ponemos rumbo a Tres Cantos (son las 10.30 y hay media hora larga desde nuestro barrio hasta la zona de la salida, pero nosotros, como la familia real, llegamos justos de tiempo, para la foto). Como más vale prevenir, le pido a O. que nos recoja los dorsales.
11.15 Llegamos a la zona de salida y nos encontramos a J.L. , que a todo el mundo suena de la tele. Se despide de la novia y se pone en traje de corto. Es fucsia, en un claro homenaje a los 80. Nada más verlo me maldigo por olvidar las gafas de sol en casa. Todo el mundo nos mira, no sé si porque J.L. es conocido o, simple y llanamente, porque es imposible mirar hacia otro lado.
Nos encontramos a O. en la salida y brincamos alegrs calentando hacia la salida. La salida de los 15 de Tres Cantos se realiza en las dos aceras de una avenida. Intento entonar un "hola fondo norte" pero esto no es el fútbol y el colega de al lado me mira raro. La única diferencia entre ambas salidas la constituye el arco. A nosotros nos ha tocado Coca-Cola, a ellos, Aquarius. Echo un pis minutos antes de salir y nos tomamos el pulso. No literalmente, sino de cara a la carrera. Si pudiéramos grabarnos, a alguno se le caería la cara de vergüenza escuchando las declaraciones post-partido:
A. : "Yo quiero salir a 5', aguantar unos cuantos km. y bajar poco a poco, para hacer sub 1h10'.
F. : "Yo con un sub-12 me conformo"
O. : "Ése es el carro a seguir".
M. : "Amén".
J.L. : "Yo el año pasado hice 1h08' y no es plan de bajar, habrá que pegarle un poquito".
Aún cubiertas las cartas, sabemos quién va de farol y quién lleva tres ases de mano. En medio de la confusión escuchamos un ¡pum!, y marica el último.
El primer kilómetro transcurre tranquilo, 4'55" clavados. Un tío se tropieza delante de nosotros en un badén en cuatro tiempos (hace que se cae, vuelve a tropezar, se trastabilla y se mete un hostión de padre y muy señor mío). Oímos el golpe en Dolby. Luego dicen que aquí no hace falta ponerse casco, que se lo digan al pobre. Pensamos en parar un par de segundos pero, ya en serio, eso es lo peor que se puede hacer porque montaríamos un tapón con peores consecuencias que el hostión del señor.
J.L. se queja de que vamos muy despacito y, subrepticiamente (por lo bajini, que se suele decir) va tensando la cuerda poquito a poco, como los maestros. En el segundo ya estamos en 4'37". En el tercero, por aquello de que no nos quejemos, mantiene. El cuarto y el quinto, muy similares. Vamos comentando alegremente "hay que ver cómo está el clima" "pues ha subido el petróleo" "mira ese qué hostia se ha dado", señal de que nos quedan balas en la recámara. El primer avituallamiento de agua en el km5 coincide con la ruptura del grupo. J.L. tensa la cuerda y empiezo a perderlos de vista. A. mira para atrás y le hago adiós con la manita porque se me están cargando los gemelos y sólo tengo estos y los del traje de las bodas.
Pierdo un poco de comba después de perderlos y O. me pasa, pasado el 6 (ahí tenéis dos claros ejemplos de redundancia, chavales). No hago ni esfuerzos por pillarlo porque sigo notando cargadas las canillas. Como mi principal objetivo es terminar, dejo a un lado forzar. Paso el 7 y el 8. El ecuador de una prueba es mi mejor momento, ya que las sumas pasan a ser restas. Cada vez queda menos. S. se ha quedado detrás, en un segundo plano, se le nota que ha llegado cargado de la bici de ayer.
Coincide el kilómetro 10 con un avituallamiento en cuesta arriba. No tengo sed pero cojo la botella y bebo, porque últimamente he leído que, de cara a los 42 y pico, o aprendes a correr y beber al mismo tiempo, o vas jodido. Me acerco la botella a la boca y me pringo entero. Bebo un par de sorbos y tiro la botella a un contenedor cercano, después de mojarme el pelo y la cara. Hasta entonces no había pasado de 10 en una carrera en ruta y, si me descuido, en ningún entreno. A partir de entonces, las sensaciones serán nuevas, imagino.
No lo son: he regulado bastante bien el ritmo y llego bien de fuerzas. Compruebo los ritmos de los últimos kilómetros y veo que voy a llegar bastante más cerca de 1h10' que de 1h15', así que me olvido de forzar. En cada uno de los bulevares veo a A. y J.L., cuya cara ha adquirido la misma tonalidad que su maillot, y a O. un poco después, bastante bien.
Enfilo la recta final y suelto un pequeño sprint. 1h12' por el reloj de llegada, 1h10'42" según mi reloj. Objetivo cumplido. Me saluda M. , que, a diferencia de la semana pasada en el Paris, hoy no ha sufrido el síndrome del sapo (esto es, reventar). 1h09'.
Paso por un zig-zag de vallas, me siento a quitarme el chip y recojo mi bolsa del corredor. Tengo más hambre que los de Viven!, así que me como la naranja, la barrita energética y me bebo los 2 Aquarius (lata y botella) en un santiamén. La camiseta es técnica y Joma, eso sí, la talla, la que te toque, y el modelo (manga larga o corta) siguiendo las más elementales normas del azar. En mi caso, una de manga corta, roja y un poquito grande, pero la utilizaré. De todos modos, los organizadores ya lo advertían en un letrero a la entrada "Camisetas de manga larga y manga corta al 50%". Y no se referían a que estuvieran rebajadas.
Las Air Perseus que me regaló H.B. en 2004 han servido a la patria tanto tiempo después (el refuerzo pronador me ha servido de bastante en el día de hoy). Noto un ligero dolor en el dedo índice del pie izquierdo, para mí que me he hecho daño en la uña. Asistimos a la entrega de trofeos y nos tomamos una cerveza rápida antes de regresar a casa. Compartimos foto final con J.L. y A. (ambos en 1h07') y me encuentro a O. (1h09') acompañado de su prole persiguiendo al pulpo de uno de los patrocinadores (cómo cambian los tiempos, Venancio, cómo cambian)
Llego a casa y me meto en la piltra. Salgo con palanca de lo cansado que estoy. Me miro la uña, que parece un anuncio del Pasaje del Terror. Lo que no mata, engorda.
Resumen de la semana: Unos 50 km repartidos en 5 días de entrenamiento. Esto comienza a ser preocupante, aunque todavía creo que estoy lejos de ponerme una bolsa de basura como chaleco antes de la salida. Y por muchos años...
MP3 - Tsunami, Manic Street Preachers
AVI - La Mala Educación, Pedro Almodóvar
9.30. Suena el despertador. No me hace falta, porque llevo una hora dando vueltas en la cama. Me levanto a la primera. Me palpo la frente: no tengo fiebre, pero estoy empezando a estar enfermo. O mejor, a ser un enfermo. Me monto en el coche y llego a casa de A. , vecino de barrio y más enfermo que yo, todavía me saca una ventaja generosa que dudo (y espero) no recuperar nunca. Después nos recoge F. en su coche (chulísimo, por cierto) y ponemos rumbo a Tres Cantos (son las 10.30 y hay media hora larga desde nuestro barrio hasta la zona de la salida, pero nosotros, como la familia real, llegamos justos de tiempo, para la foto). Como más vale prevenir, le pido a O. que nos recoja los dorsales.
11.15 Llegamos a la zona de salida y nos encontramos a J.L. , que a todo el mundo suena de la tele. Se despide de la novia y se pone en traje de corto. Es fucsia, en un claro homenaje a los 80. Nada más verlo me maldigo por olvidar las gafas de sol en casa. Todo el mundo nos mira, no sé si porque J.L. es conocido o, simple y llanamente, porque es imposible mirar hacia otro lado.
Nos encontramos a O. en la salida y brincamos alegrs calentando hacia la salida. La salida de los 15 de Tres Cantos se realiza en las dos aceras de una avenida. Intento entonar un "hola fondo norte" pero esto no es el fútbol y el colega de al lado me mira raro. La única diferencia entre ambas salidas la constituye el arco. A nosotros nos ha tocado Coca-Cola, a ellos, Aquarius. Echo un pis minutos antes de salir y nos tomamos el pulso. No literalmente, sino de cara a la carrera. Si pudiéramos grabarnos, a alguno se le caería la cara de vergüenza escuchando las declaraciones post-partido:
A. : "Yo quiero salir a 5', aguantar unos cuantos km. y bajar poco a poco, para hacer sub 1h10'.
F. : "Yo con un sub-12 me conformo"
O. : "Ése es el carro a seguir".
M. : "Amén".
J.L. : "Yo el año pasado hice 1h08' y no es plan de bajar, habrá que pegarle un poquito".
Aún cubiertas las cartas, sabemos quién va de farol y quién lleva tres ases de mano. En medio de la confusión escuchamos un ¡pum!, y marica el último.
El primer kilómetro transcurre tranquilo, 4'55" clavados. Un tío se tropieza delante de nosotros en un badén en cuatro tiempos (hace que se cae, vuelve a tropezar, se trastabilla y se mete un hostión de padre y muy señor mío). Oímos el golpe en Dolby. Luego dicen que aquí no hace falta ponerse casco, que se lo digan al pobre. Pensamos en parar un par de segundos pero, ya en serio, eso es lo peor que se puede hacer porque montaríamos un tapón con peores consecuencias que el hostión del señor.
J.L. se queja de que vamos muy despacito y, subrepticiamente (por lo bajini, que se suele decir) va tensando la cuerda poquito a poco, como los maestros. En el segundo ya estamos en 4'37". En el tercero, por aquello de que no nos quejemos, mantiene. El cuarto y el quinto, muy similares. Vamos comentando alegremente "hay que ver cómo está el clima" "pues ha subido el petróleo" "mira ese qué hostia se ha dado", señal de que nos quedan balas en la recámara. El primer avituallamiento de agua en el km5 coincide con la ruptura del grupo. J.L. tensa la cuerda y empiezo a perderlos de vista. A. mira para atrás y le hago adiós con la manita porque se me están cargando los gemelos y sólo tengo estos y los del traje de las bodas.
Pierdo un poco de comba después de perderlos y O. me pasa, pasado el 6 (ahí tenéis dos claros ejemplos de redundancia, chavales). No hago ni esfuerzos por pillarlo porque sigo notando cargadas las canillas. Como mi principal objetivo es terminar, dejo a un lado forzar. Paso el 7 y el 8. El ecuador de una prueba es mi mejor momento, ya que las sumas pasan a ser restas. Cada vez queda menos. S. se ha quedado detrás, en un segundo plano, se le nota que ha llegado cargado de la bici de ayer.
Coincide el kilómetro 10 con un avituallamiento en cuesta arriba. No tengo sed pero cojo la botella y bebo, porque últimamente he leído que, de cara a los 42 y pico, o aprendes a correr y beber al mismo tiempo, o vas jodido. Me acerco la botella a la boca y me pringo entero. Bebo un par de sorbos y tiro la botella a un contenedor cercano, después de mojarme el pelo y la cara. Hasta entonces no había pasado de 10 en una carrera en ruta y, si me descuido, en ningún entreno. A partir de entonces, las sensaciones serán nuevas, imagino.
No lo son: he regulado bastante bien el ritmo y llego bien de fuerzas. Compruebo los ritmos de los últimos kilómetros y veo que voy a llegar bastante más cerca de 1h10' que de 1h15', así que me olvido de forzar. En cada uno de los bulevares veo a A. y J.L., cuya cara ha adquirido la misma tonalidad que su maillot, y a O. un poco después, bastante bien.
Enfilo la recta final y suelto un pequeño sprint. 1h12' por el reloj de llegada, 1h10'42" según mi reloj. Objetivo cumplido. Me saluda M. , que, a diferencia de la semana pasada en el Paris, hoy no ha sufrido el síndrome del sapo (esto es, reventar). 1h09'.
Paso por un zig-zag de vallas, me siento a quitarme el chip y recojo mi bolsa del corredor. Tengo más hambre que los de Viven!, así que me como la naranja, la barrita energética y me bebo los 2 Aquarius (lata y botella) en un santiamén. La camiseta es técnica y Joma, eso sí, la talla, la que te toque, y el modelo (manga larga o corta) siguiendo las más elementales normas del azar. En mi caso, una de manga corta, roja y un poquito grande, pero la utilizaré. De todos modos, los organizadores ya lo advertían en un letrero a la entrada "Camisetas de manga larga y manga corta al 50%". Y no se referían a que estuvieran rebajadas.
Las Air Perseus que me regaló H.B. en 2004 han servido a la patria tanto tiempo después (el refuerzo pronador me ha servido de bastante en el día de hoy). Noto un ligero dolor en el dedo índice del pie izquierdo, para mí que me he hecho daño en la uña. Asistimos a la entrega de trofeos y nos tomamos una cerveza rápida antes de regresar a casa. Compartimos foto final con J.L. y A. (ambos en 1h07') y me encuentro a O. (1h09') acompañado de su prole persiguiendo al pulpo de uno de los patrocinadores (cómo cambian los tiempos, Venancio, cómo cambian)
Llego a casa y me meto en la piltra. Salgo con palanca de lo cansado que estoy. Me miro la uña, que parece un anuncio del Pasaje del Terror. Lo que no mata, engorda.
Resumen de la semana: Unos 50 km repartidos en 5 días de entrenamiento. Esto comienza a ser preocupante, aunque todavía creo que estoy lejos de ponerme una bolsa de basura como chaleco antes de la salida. Y por muchos años...
MP3 - Tsunami, Manic Street Preachers
AVI - La Mala Educación, Pedro Almodóvar
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